Divagando sobre la monarquía entre profesores

   Hace unos días, en una cena con compañeros profesores, salió a colación el inevitable tema de la política actual y la situación del país y de la monarquía. Yo intenté explicar porqué el sistema de la monarquía de partidos instaurada en 1977 no era una democracia, sino una oligarquía o Estado de partidos, como ya definió la jurisprudencia alemana en los años 50 para el caso teutón.

    Y cuál sería mi sorpresa al encontrar, entre un grupo de profesores, alguno del gremio de historiadores al que pertenezco, a profesionales que defendían ardorosamente la monarquía juancarlista. Sus argumentos eran los mismos que se han venido repitiendo machaconamente por los medios de comunicación al servicio de este sistema caciquil y corrupto: Juan Carlos nos trajo la democracia, la Constitución, la libertad y, lo más importante para alguno de ellos, era o había sido ( ahora por sus condiciones físicas no podía ya desempeñar su función y debía abdicar en su hijo) el mejor embajador de España en el extranjero, había atraído inversiones, conseguido muchos negocios para nuestras empresas y había vendido la marca España como nigún político hubiera podido hacer en caso de una república. Es más, un docente llegó a decir que es mucho mejor tener un jefe del Estado que sea permanente, no renovable cada 4 años, para que no hubieran disputas en la jefatura del Estado y que, de ser una república, no nos tomarían en serio en el exterior porque el político de turno,  presidente de la República, sería de derechas o de izquierdas y, por tanto, no podría hacer una buena política exterior porque no sería bien visto en el extranjero en los países en los que gobernara una ideología diferente a la suya. Y yo pensé, vaya chorrada.

    Para empezar, dije, Juan Carlos no nos había traído nada, en primer lugar porque esto no es una democracia. Pero aceptando que sí lo fuera,  señalé,  se me estaba diciendo que la Constitución es una Carta Otorgada. Lo cual me llevó rápidamente a la idea de aquellas Cartas Otorgadas por monarcas más o menos liberales en el siglo XIX, pero que no podían llamarse Constituciones puesto que era el monarca el que cedía parte de su soberanía a un régimen más o menos liberal.  Por tanto, dije, estáis reconociendo que la Constitución es una concesión y no fruto de la libertad constituyente del pueblo español. Y exclamé: ¡¡No hay Constitución en España!!!. A lo cuál muchos de estos compañeros respondieron con evasivas y, alguno de ellos, señaló que estaba equivocado y que sí que había Constitución: la votada en referéndum por los ciudadanos en 1978. Entonces repliqué que resultaba una flagrante contradicción afirmar que Juan Carlos nos dió la democracia porque nos la habíamos dado nosotros, los españoles.

    En segundo lugar, en cuanto a su función en política exterior, afirmé que esa no es una misión propia de un jefe de Estado en la forma de monarquía parlamentaria. Sí en el caso de una monarquía absoluta, como pueden ser las monarquía saudíes. Ahí si que el Rey hace y deshace en política exterior e interior la política de un país. Dije que en una monarquía moderna, democrática, la política exterior es competencia del poder ejecutivo, es decir, del gobierno elegido democráticamente, a través de la red diplomática del Estado dirigida por el ministro de asuntos exteriores. Tanto es así que el Rey no viaja solo en actos oficiales, siempre tiene que ir acompañado de un ministro puesto que al ser irresponsable de sus actos políticos, estos tienen que ir siempre refrendados por el ejecutivo. Esto, que es el ABC de una monarquía parlamentaria moderna, pongamos por caso las monarquías nórdicas, Holanda, Bélgica, Reino Unido, etc. no lo sabían estos queridos y estimados ( ellos lo saben) docentes e historiadores. O no lo querían saber, que es mucho peor.

   La cuestión es que Juan Carlos ha hecho política exterior cuando no es su función porque le corresponde al gobierno. Hay que diferenciar su papel de representación internacional, como imagen y símbolo, que es lo único que un Rey en un país moderno puede hacer, de esa idea de conseguidor y comisionista, aunque esto no lo querían reconocer estos monárquicos progresistas (o eso creen ellos).  Y ha hecho muchos negocios en el exterior que le han lucrado a él personalmente. Es posible que España se haya beneficiado de alguna de sus gestiones pero en nigún caso, repito, corresponde a un Rey hacer ninguna labor propia del gobierno, sea de derechas, de izquierdas o medio pensionista, es decir, de centro. Algo tan sencillo de entender no eran capaces de comprenderlo mentes con una formación superior. Así nos va.

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