Cataluña: ¿hay algo que hacer?

 Este miércoles 11-S, se ha celebrado en Cataluña la  Diada, una conmemoración que parte de una derrota militar que el nacionalismo catalán transformó en afrenta, en excusa para desarrollar su proyecto secesionista. Pero sinceramente creo que España ha cometido graves errores con Cataluña desde la instauración de la monarquía borbónica. Desde luego que si echamos mano a la historia podemos decir que el discurso nacionalista (como casi todos, incluído el Español) se basa en inexactitudes, medias verdades y patrañas descarnadas que tratan de llevar el agua a su molino. Si hacemos un repaso a la misma sabemos que en 1714 una coalición hispano-francesa había ya derrotado en suelo peninsular a otra anglo-austríaca que se había marchado y que en ambos bandos se luchaba por la instauración de un rey ( De España, no de Cataluña). Que había catalanes en el bando borbónico como Castellanos en el bando austracista durante lo que fue una Guerra Civil en España ( y fuera de ella, una conflagración mundial, fundamentalmente europea).

Lo curioso es que el nacionalismo catalán, creado políticamente en el siglo XIX, es decir, más de un siglo después del 11 de Septiembre de 1714 utilizó el final de una guerra en la que los catalanes luchaban por España, por un Rey español como decía, para que respetara sus fueros dentro de España como excusa para solicitar su independencia.  De ahí que el Carlismo arraigara también en comarcas del interior catalán. Ya habían tenido la experiencia de la rebelión de 1640, con el Pacto de Ceret, por el que como república independiente quedaban bajo el dominio del Rey de Francia, Luis XIII, que pasaba a ser Conde de Barcelona el 23 de enero de 1641. En poco tiempo añoraron la  monarquía hispánica de Felipe IV por la imposición francesa en impuestos, avituallamiento de  tropas, desmanes del ejército francés y pérdidas económico-comerciales. Pasaron de Guatemala a guatepeor y acabaron finalmente como estaban: en la  monarquía hispánica.

  Pero no nos engañemos: la historia poco les importa a los nacionalistas que hoy sacan músculo y de que forma a favor de la creación de un nuevo estado europeo. Lo que les mueve es ese sentimiento de pertenencia a una comunidad lingüística y cultural diferente que, aunque ellos no lo sepan o no lo quieran saber, no es para nada tan diferente al resto de comunidades españolas. No se preguntan muchas cosas que pasarían si Cataluña fuera independiente. Entre ellas la posición de otras potencias internacionales, sobre todo Francia, que vería parte de su territorio, el antiguamente llamado Rosellón, en disputa con un nuevo estado cuando en la actualidad no hay disputa con España ( Se respetan los límites del tratado de los pirineos, 1659).

Porque, y esto es algo que todos sabemos, incluído los catalanes más nacionalistas y los que dirigen esa comunidad, una vez alcanzada su “libertad” no quedarían conformes con las actuales fronteras de Cataluña.  Su proyecto político, desarrollado desde principios del siglo XX, es de crear un país o una confederación o federación de estados independientes que se denominara Païssos Catalans. Se basan en el concepto medieval y moderno de los reinos de la antigua Corona de Aragón, que como ya sabemos, se integró en la monarquía hispánica hace unos cuantos siglos (y no por la fuerza como se cansan de machacar en su adoctrinamiento, sino por unión matrimonial).  Ellos siempre defenderían, siguiendo esta tesis ( y ahora con un Estado y un ejército de por medio) que la franja aragonesa y lo que ellos llaman el País Valenciano ( la  Comunidad Valenciana) y les illes ( Islas Baleares) deberían formar parte de ese nuevo estado. Y es de esperar que una España debilitada y herida como la que saldría de una posible independencia, no permitiría más pérdidas en su territorio. Entonces una eventual guerra o conflictos armados podrían estallar en la península ibérica. No me pongo dramático sino que veo  otros ejemplos muy cercanos, fundamentalmente en lo que un día fue Yugoslavia ( que en nada se parece a España, por supuesto).

   Esa balcanización de la que se habló para infundir miedo podría ser real, por mucho que los catalanistas más moderados se cansen de repetir en foros nacionales e internacionales que ellos serían una República democrática contraria a la guerra. El futuro no está escrito y siempre estarían ahí esas reivindicaciones a las que nunca han renunciado. Ese concepto de comunidad lingüística, de franja lingüística que abarca todo Castellón, la mitad de la provincia de Valencia, otro tanto de la de Alicante y la totalidad de la Islas Baleares. Eso sin contar con el ya mencionado Rosellón ( Cataluña Sur) y, en el extremo del delirio ( por lo imposible) parte de la isla de Cerdeña, Italiana. Es posible que todo lo que yo digo aquí sea un delirio mío, pero no es menos cierto que llevo observando décadas pancartas, banderas, fórums, casals en los que he podido comprobar como los nacionalistas catalanes, que también en un número significativo son ciudadanos de estas regiones a las que me acabo de referir, intentan vincular esa franja o frontera lingüística con un estado independiente de España: en definitiva, sin saberlo, muchos pretendidamente de izquierdas, utilizan un concepto profundamente ultraconservador, muy parecido a aquel de Volk que el nazismo pergenó. No nos olvidemos que muchas de las reivindicaciones de la Alemania Nazi, antes de la Segunda Guerra Mundial tenían que ver con ese concepto de comunidad lingüística alemana ( Sudetes, Prusia Oriental, etc.) que más adelante llevaron a asimilar con una raza superior. No estoy diciendo con esto que el nacionalismo catalán, en su generalidad, sea ni nazi ni de extrema derecha. Pero si que es cierto que mucho de  él es de extrema izquierda y la historia nos arroja ejemplos de lo cerca que está al final un extremo de otro. Pero me voy a centrar en el presente y en porqué con Cataluña ya no hay nada que hacer y porqué España ha obrado de manera nefasta para llegar a donde estamos en estos momentos.

 Quizás a imitación de lo que Cameron ha autorizado en Gran Bretaña con el caso de Escocia que, dicho sea de paso, dispone de una autonomía infinítamente más limitada que la Catalana actual, un referéndum en su día, cuando la Transición comenzaba, hubiera sido necesario aunque en ese momento era inviable por el ruido de sables. Pero lo cierto es que una década después, a finales de los 80, hubiera sido un buen momento para que los catalanes plebiscitaran su permanencia o no en España. Y estoy seguro que el resultado hubiese sido favorable a la unidad y desfavorable a la separación. Con eso se hubiese acabado el problema y aunque los nacionalistas siempre querrían volver a ejercitar su derecho a decidir e intentarían un nuevo referéndum el Estado sí que estaría plenamente legitimado para negárselo, con hechos sólidos y no solamente aludiendo a una Constitución arcaica que no respeta ya nadie. Ese referéndum, que se va a hacer en Escocia en 2014, se hubiera ganado para la unidad de España y hubiese consolidado así una Cataluña española.

  Viene a mi memoria ahora aquel Camp Nou repleto de banderas españolas en la final de fútbol de las olimpiadas de Barcelona. Sí, aunque no lo crean así fue. En plenos Juegos Olímpicos de Barcelona 92, se había generado en toda España un sentimiento muy favorable a Cataluña y los catalanes. La inmensa mayoría de los Españoles nos echamos a la calle para ver la llama olímpica desfilar  por nuestros pueblos y ciudades. Los catalanes palparon y sintieron en aquel momento la ilusión, la entrega que a favor de los juegos había en todas las regiones españolas. Creo que nunca se habían podido sentir más españoles que entonces. Qué mejor momento hubiera sido ese para cerrar el “problema catalán”. Un resultado negativo para los nacionalistas, como he dicho antes, hubiera puesto fin, estoy seguro, a cualquier movimiento que reclamase hoy la independencia. Pero la oportunidad se perdió y, además, las concesiones hacia los nacionalistas no solo no se detuvieron, sino que fueron en aumento durante el gobierno de Aznar.  Ese que hablaba catalán en la intimidad. Y las consecuencias de esa afición a hablar en catalán todavía la estamos pagando.

  Hubo muchas cesiones que, a la postre, se han visto como decisivas en la formación y extensión de ese sentimiento nacionalista por toda Cataluña. Los gobiernos de la democracia española han cedido por temor, por complejo y por necesidad, todo sea dicho, gracias a un sistema electoral que prima la concentración de votos en una provincia sobre la dispersión del mismo en todo el territorio nacional. Pero no es menos cierto que, del lado español, muchas veces no se ha entendido bien a Cataluña y sus problemas, por poner un ejemplo, con las autopistas.  A mi me molestaría si viviera allí y creo que a la mayoría de personas sensatas. Estas y otras afrentas han irritado a los catalanes y ningún gobierno español ha dado una solución rotunda y contundente. Parte del  pueblo catalán ha manifestado en diversas ocasiones su rechazo a un modelo de financiación que perjudica quizás en exceso a sus interses. También es verdad que un Estado moderno no puede admitir que las regiones más ricas contribuyan menos o que no aporten más que las pobres. Eso sería tanto como decir a los habitantes del Penedés que Barcelona no está dispuesta a aportar más que ellos, es decir, que las zonas más ricas siempre deberán aportar más que las menos ricas.  No entraremos ahora en la aberración que supone el sistema fiscal Vasco-Navarro, consagrada en la Carta Magna la desigualdad por ley. Un sinsentido al que, lógicamente se agarran los catalanes.

   Mucho daño hizo el franquismo, con su patrioterismo y  nacionalismo ranció que provocó en los catalanes un antiespañolismo lógico, por la cerrazón fascista de impedir el desarrollo de una lengua, su persecución. Pero después de instaurado un régimen de libertades, autonomía política incluída, las instituciones catalanas, lejos de contentarse con lo que tenían, que era inmenso teniendo en cuenta la historia de los últimos dos siglos, lucharon en Madrid por mayores cotas de autogobierno. Y los gobiernos españoles no hicieron más que ceder algo que es instrumento de adoctrinamiento en cualquier régimen controlado por un partido nacionalista: la educación.  Lo fue durante el nefasto franquismo y lo ha sido en estas ya casi cuatro décadas de nacionalismo democrático. Porque, en el fondo, hay algo común en todos los nacionalismos: la necesidad imperiosa de llegar cuanto antes a la formación completa e independiente de su nación. Hay que decir que en el campo cultural también hubo una dejación de España en Cataluña, con un complejo claro venido de la opresión franquista.

  Con todo lo que ya he descrito se llega a la conclusión de que, con el paso del tiempo, el sentimiento autonomista, que lo había mayoritariamente, se ha transmutado en claramente independentista en buena parte de la población catalana. Y contra eso ya nada se puede hacer. Debemos aceptarlo. Buena parte del pueblo catalán votaría a favor de la secesión.  Cierto es que otra buena parte de la sociedad, quizás mayor de lo que podemos pensar a día de hoy, si se ponen en el brete de ir a votar ,un día, la secesión del resto de España, votarían que no. Algunos por miedo al futuro, a lo nuevo, a lo desconocido. Otros por cuestiones económicas. Y algunos por amor a España, estos los menos (gran trabajo de los dos partidos que han malgobernado España). Pero, en definitiva, debemos actuar para que la secesión que se producirá, desgraciadamente para todos, incluídos todos los catalanes, sea lo menos traumática posible. Porque llegará y, entonces, España perderá uno de sus territorios más importantes, más queridos y dinámicos de su nacionalidad. España irá a menos, Cataluña también. Será su decisión, una decisión que pondrá fin a uno de los Estados-nación más antiguos de Europa, como decía al principio de este artículo.

    Las consecuencias para ambos estados serán de enorme gravedad. Veamos: España quedaría menguada, con un territorio mucho más pequeño y con un centro neurálgico mucho más hipertrofiado.  Entonces España sí que sería ese Madrit al que se refieren machaconamente los nacionalistas. Perdería una región que, es cierto, aporta mucho más que recibe al conjunto. Prácticamente supondría, de facto, la bancarrota de España para generaciones porque recuperar ese dinamismo y esa población sería muy lento y costoso. Por el lado catalán se formaría una nueva nación-estado que debería sufragarse su propio ejército y, siendo como España una sociedad envejecida, debería pagar un enorme costo en pensiones. Eso sin contar la cuota de mercados que para sus empresas podría suponer la pérdida de parte del mercado interior español ( creo que no sería tanta como se dice por ahí) y del europeo ( tampoco lo que afirman los voceros de la derecha mediática, puesto que se puede exportar al resto de europa sin estar en la UE).

    Pero creo que lo más grave sería la separación sentimental, emocional y cultural que, aunque lo nieguen, tienen con el resto de  España. En realidad no hay un territorio más genuinamente español que Cataluña: la figura del rufián, lo picaresco, está tan arraigada en Cataluña como en el resto de España. Del corrupto profesional de la política ni hablamos. Los toros, aunque los han prohibido como fiesta española siguen campando en villas y ciudades catalanas. Y en cuanto a uno de los santos y señas de la catalanidad que está representado por el F.C. Barcelona, lo que perdería en una liga independiente haría descender sus ingresos y su importancia a nivel mundial. Pero quizás eso sería lo de menos, ¿o no?.  Lo que creo que ya es inviable es una Cataluña en España. Esta diada, con el silencio del PSC, ha sido apoyada por fuerzas políticas que representan más del 60% del electorado catalán. Solo el PP y Ciutadans, partidarios de la unidad pero en franca minoría, defienden, si se le puede llamar así en el caso popular, una Cataluña española. Bueno y UDC, Unió Democrática, que parece que no lo ve claro todavía.

4 comentarios sobre “Cataluña: ¿hay algo que hacer?

  1. Bueno, pues ya que todos los tratados y batallitas tienen tanta validez y todo es tan relativo, no nos quejemos de la democracia española ni de la monarquía, ni del PP ni de nada. Todo esta en los papeles y el que diverja es un hipócrita o está engañado. Empiezo a pensar que lo de España es una religión que nubla la mente o que simplemente es el nuevo PP vs PSOE para atontar a las masas: MAS vs ESPAÑA. En serio, hablad con independentistas pero no con los políticos o los que salen en las tertulias, conoced de que estais hablando a pie de calle. Que risa que los catalanes hagan una diada porque estan loquitos y que bien luce la legión y la cabra en el dia de la Hispanidad, el pobre Milan Astray llorando de la emoción, en serio, esto es ver pajas en el ojo ajeno y no ver el Empire State en el propio. Igual hay cosas que a los nacionalistas españoles les duele reconocer, porque poco tienen de modernas, y se las rebotan a los catalanes con una dialéctica que no perciben que es terriblemente bidireccional.

  2. Creo que lo más justo es dejar votar a un pueblo sobre su futuro y tanto partidarios del sí o del no intentar ofrecer la mayor información para que el pueblo vote con conocimiento.

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