Lo viejo empieza a terminar de irse, lo nuevo empieza a terminar de llegar

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Decía Gramsci que en momentos de crisis, lo viejo no termina de irse y lo nuevo no termina de llegar.

Creo que los acontecimientos que estamos viviendo en las últimas semanas tienen que ver con que finalmente, lo viejo ha empezado a terminar de irse y lo nuevo a empezado a terminar de llegar.

Los movimientos sociales y ciudadanos actuales, y en particular el 15M expresan un hartazgo con 2 elementos claves de la política tradicional, unos viejos por marcharse y ser sustituidos por lo nuevo por venir:

– La política tutelar que considera al pueblo incapaz y lo trata como un objeto de la política, negando validez a cualquier decisión del pueblo sobre políticas concretas, cualquier expresión o capacidad de acción propia, y sometiendolo en consecuencia a una representación tutelar. En las últimas décadas de absolutismo neoliberal, la política tutelar no ha hecho más que desarrollarse, sobretodo en instituciones internacionales antidemocráticas, llegando incluso a la privatización de poderes políticos en entidades privadas y tecnocráticas; todo ello para beneficiar a unas élites contra los intereses, derechos y voluntad del pueblo.
Creo que el 15M puede resumirse en la emergencia del pueblo exigiendo ser protagonista de la política (reivindicando esto como auténtico significado de democracia), construyendo la democratización de toda instancia social colectiva, y reivindicando esto como auténtico significado de democracia. Una lucha de rechazo frontal a que se llame democracia a un sistema político en que se relega al pueblo al papel de incapaz u objeto.

– Un orden jurídico que realiza un esquema de valores y derechos que se resumen en que todo sea reducido a mercancía. La mercancía es un bien sometido a un régimen jurídico en el que se rechaza el desarrollo de valores y derechos que lastren esa cualidad de mercancía a disposición del antojo del titular. En las décadas del neoliberalismo, constantemente se ha impulsado este orden hasta convertirse en un absolutismo regulatorio, una hiperregulación que convierte el agua de los pueblos, la vivienda de la familia, los ecosistemas, el conocimiento, el trabajo, etc… en mercancía a disposición de la especulación financiera. Un orden que se afirma a base de negar valor jurídico a derechos, relaciones y valores a veces ancestrales que garantizaban la vida digna y libre de muchas personas, así como la reproducción de la vida.

El 15M y en general los movimientos sociales actuales de todo el mundo, reivindican y construyen derechos de las personas y relaciones sociales basadas en valores que rompen radicalmente la reducción del mundo a mercancía, a un juguete para el beneficio egoísta de los especuladores en un monopoly en que se apuesta las vidas, futuro y derechos de las personas y los pueblos.

El 15M es el hartazgo y la indignación respecto de esta política, pero al tiempo es la emergencia del pueblo como sujeto político activo en la acción de construir ese nuevo orden político y ese nuevo orden de derechos, como sujeto soberano que construye ambos. Es esa acción política absolutamente diferente, basada en principios, formas y espacios diferentes.

Tras el 15M, los poderes presentan su forma de reconducir esta reivindicación o de anularla totalmente. Dice Holloway que la dominación es la lucha constante por suprimir la ira-rebelión-esperanza o para canalizarla hacia formas inocuas, donde no podrá dañar al gobierno. Y eso hicieron.

Ante las protestas contra el absolutismo de regular todo como mercancía y la reivindicación-construcción de derechos y valores, se ha suprimido esta rebelión.

Se ha borrado toda alternativa al lema absolutista de no hay alternativa neoliberal. En un contexto de shock por la crisis se ha absolutizado la ideología neoliberal cerrando los marcos del debate público a las alternativas. Desde las instituciones internacionales antidemocráticas, se ha recrudecido el “compromiso” o la imposición de los principios neoliberales como absolutos y condicionantes de la financiación en un momento de crisis, cerrando los marcos de las políticas “viables” para impedir la consideración de cualquier alternativa. Se ha desarrollado una campaña brutal de culpabilización de grupos ciudadanos más desfavorecidos o todas las personas de a pie en general, como causante de la crisis (consiguiendo revertir el momento inicial en el que todos culpaban a los banqueros y exigían el control de la especulación). No han tenido ningún miedo en alentar la culpabilización a los migrantes. Con estas campañas se humilla a estos grupos dejándolos incapaces de exigir sus derechos y al tiempo se los marca de forma que no consigan suscitar la solidaridad de otras personas para construir la efectividad de sus derechos.
Creo que estas han sido las principales estrategias para suprimir la rebelión en esta vía. Se ha reprimido quitando la legitimidad de las protestas y reivindicaciones de derechos y valores que puedan poner límites a la regulación de mercancía.

Contra esta estrategia lo peor que se puede hacer es ensarzarse en una discusión técnica (que sigue postergando la legítima defensa por la ciudadanía de sus derechos y valores como tales y no como costos), o entrar en un tacticismo político que no cuestiona el marco de valores impuesto y todo lo que se está excluyendo. Porque lo que necesitamos es defender unos derechos y valores que nos saquen de ese marco limitado.

Por contra, la reivindicación de una nueva política se intentó asimilar. La política de las élites es tutelar, un sistema político en el que el pueblo es un incapaz que solo puede dejarse representar por representantes. Un pueblo incapaz para el que la política no debe salir del personalismo de afiliarse y apoyar a un representante.
No se han suprimido las peticiones de una nueva política ni la expresión del hartazgo de una vieja, sino que han resignificado ambos elementos, de forma que se tratara en los dos casos de quejas y reivindicaciones sobre los representantes.

Han defendido que lo que era la “vieja política” eran unos malos representantes políticos que no se merecían ser representantes, del pueblo español, porque eran anticuados, corruptos, limitados al “y tú más”, etcétera. Como “nueva política” han presentado una nueva hornada de representantes más confiables con unas formas, apariencias y espíritu mucho más coherente con la visión de sus votantes.

Sigue siendo la misma esencia: política tutelar donde el pueblo solo puede delegar y después es reducido a incapaz. Rivera y Ciudadanos pueden ser gente con apariencia más confiable, como más afines a los valores ciudadanos (no olvidemos que la idea de ciudadanía era lo más parecido de que disponían para explicar ciertas cuestiones del 15M) en contraposición con los “valores” rancios de la derecha y la izquierda; pero todo de forma superficial sin cambiar la propia esencia tutelar del sistema.

El fin de esta política no puede venir con una lucha electoralista en la que el papel de sujeto político activo quede postergado para hacer política desde arriba con potencia.

Estas estrategias de los de arriba pusieron freno a la marcha de lo viejo antes que lo viejo terminara de irse. La estrategia electoralista de Podemos planteando su lucha dentro de los marcos impuestos por los poderes políticos financieros, sobretodo en término de valores y derechos, no era el camino para que lo nuevo termine de llegar.

Pero hay unos hechos que ya sí parecen apuntar a que al fin embocamos un camino diferente. En los últimos días hemos vivido las protestas contra el TTIP, las exigencias del votante del PSOE de democracia interna contra los más poderosos paladines de la tutela, y el cambio de estrategia de Podemos hacia una lucha centrada en política democrática, valores sociales y construcción de derechos, queriendo demostrarse diferente. Me parece que señalan que al fin lo nuevo ha empezado a terminar de llegar y lo viejo ha empezado a terminar de irse. Quizá sea muy optimista, pero de verdad creo que podrían ser pasos decididos a adentrarse en caminos diferentes y renunciar a los raíles de siempre. Estos caminos estaban señalados y estaban abiertos, habíamos hecho incursiones, habíamos tirado para ellos, pero había que decidirnos, que decir: nuestros pasos van por aquí.

Lo viejo que tiene que terminar de irse tiene que ver con la exclusión de las bases y los ciudadanos de cualquier decisión, con un régimen de soberanía por arriba donde se hace y deshace sin importar los compromisos con las personas. Lo viejo que tiene que terminar de irse es la renuncia a ser sujetos plenos en la política y en todos los ámbitos de nuestra vida, la renuncia a nuestros valores y a ser humanos más allá de un orden impuesto por los de arriba, la renuncia a reivindicar nuestros derechos y luchar por los de los demás.
Creo que el rechazo a la actuación de los barones y la sultana del PSOE es porque no han respetado la voluntad de la gente, porque no han respetado valores básicos como la democracia, porque no están dispuestos a dejar vía a una política que desarrolle los derechos y valores de la gente. Creo que este desengaño ha hecho que ya para muchos sea más importante la representación de sí mismos en estos elementos de política que su representación en cualquier político. Y esto es el principio del fin de lo viejo, creo.

De la misma forma, Podemos ya abandona la vía vieja. La lucha desde arriba, electoralista y mantenida en los marcos preexistentes de Podemos no da más de sí. Eso no es lo nuevo que tenía que llegar. Lo nuevo que tiene que llegar no es viable con la representación en personas, necesita representarse en valores. Lo nuevo que tiene que llegar actúa principalmente desde abajo, desde la calle, y no desde arriba. La apuesta de Podemos por el pueblo o la calle como sujeto político activo, por centrar la política y el discurso en la reivindicación de los derechos y valores de la gente más allá de los marcos hegemónicos con decisión y compromiso, y a la democratización de sus estructuras y luchas, apuesta por que la gente es capaz de verse más representada en esos valores y reivindicaciones, que en ningún político. Y esto es el principio de que llegue al fin lo nuevo, creo.

Construir la identidad del sujeto emergente en torno a valores, democracia, y derechos, y no en torno a su representación en líderes tutelares es para mí un paso clave del camino. Y el cambio que muestran los últimos acontecimientos es que mucha gente, quizá la suficiente, ya construye su identificación más con la política y los valores democráticos y sociales que piden, que con su representación en los políticos y partidos. Hoy estoy optimista, ya lo sé, pero por algo hay que empezar, y el principio siempre es la esperanza.

Un comentario sobre “Lo viejo empieza a terminar de irse, lo nuevo empieza a terminar de llegar

  1. LO VIEJO Y LO NUEVO
    El problema que aqueja a la izquierda española, radica en carecer de táctica y estrategias, determinadas previamente para enfrentar al régimen monárquico y su gran soporte, el directorio de la UE. Unidos Podemos se maneja empíricamente a ramalazos, según los ataques del enemigo. Es decir, no depende de principios sujetos a un programa reivindicativo, fijo e inmodificable, sino del sostenido ataque del poderoso rival político, hoy dominante y apalancado en el poder. Los vaivenes de Iglesias, virtual líder de la partida, han encontrado un gran obstáculo que nace de sus propias vacilaciones, bien plasmadas por Ínigo Errejón, más cercano a la entente con la derecha y el sistema todo.Un reciente artículo del periódico de derechas”El Confidencial”, explica los símbolos de la “V” churchiliana que esgrime el último, contra el puño en alto izquierdista, al que Iglesias echa mano en ocasiones, llamando ahora a desconfiar del parlamentarismo, y la vuelta a las calles y plazas, reanimando el espíritu movilizador. Son dos programas opuestos conviviendo en una sola formación, sin que nadie se atreva a romper la doble baraja, mientras el sistema, ya dañado el PSOE como operador fiable en su balanza, se remite a brindar su versión final del Pacto a Tres, sin garantías de continuidades que excedan operaciones en las Cortes. El problema, ya observado en los calamitosos y acríticos llamados constantes de alianza “izquierdista” con el luego defenestrado Sánchez, para oponerse a la investidura de Rajoy, se prolonga ahora en el nuevo giro de Iglesias, procurando atraer a los disconformes del PSOE. Pero al no quebrar lanzas con el reformismo de Errejón, expulsándolo de Podemos, el porvenir de tal izquierdización es azaroso. La novedad más reciente llega por boca del neoliberal Jordi Sevilla, criticando una política económica salarial atentatoria contra los asalariados y el sostén de las pensiones, mano tendida al rival de Iglesias y la derecha burocrática de su formación, apoltronada en el parlamento y varios consistorios. La futura base adaptable al sistema de Podemos, está servida, aunque de momento, tampoco a su jefe alternativo le interese irse a paseo, en parte por confiar en el conservadurismo de su propia base. Sin táctica ni estrategia sobre la base de un programa de clase, lo nuevo tardará en llegar más que lo viejo en irse. La tradición política española no recoge antecedentes que indiquen lo contrario, pese a que el partido tapadera de la Transición esté destrozado. Siempre el abandono de principios ha otorgado chances al enemigo, precipitando catástrofes como las de Syriza en Grecia, o el PT en Brasil y el kirchenrismo en Argentina. Son los modelos ponderados en el pasado reciente por Iglesias y Errejón, caídos hoy por el efecto aplastante de lo viejo sobre lo nuevo. Debieran tenerlo en cuenta quienes albergan esperanzas que desmienten, no tanto las maniobras neoliberales de la extrema derecha, como el empirismo y la improvisación de los agentes políticos sociales que la enfrentan, con el equivalente de los palos y las piedras.

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