HACIA UN NUEVO MODELO DE JUSTICIA.

 

Michael Walzer analiza en su obra si es posible concebir una sociedad igualitaria, si resulta válido hablar de pluralismo e igualdad en medio de nuestra modernidad y si puede comprometerse la justicia entre grupos sociales que rechazan ser iguales entre si.

Michael Walzer da respuesta a estas preguntas y lejos de definir el igualitarismo político como la simple eliminación de diferencias, lo considera el principio para alcanzar una sociedad libre de dominación. Reconoce que el concepto de igualdad es complejo en si y busca una explicación para evitar prejuicios.

El autor no propone una utopía más, su objetivo es encontrar las posibilidades de igualitarismo en las sociedades actuales mediante ejemplos contemporáneos e históricos. Para ello, analiza con profundidad los conceptos de pertenencia, seguridad, bienestar, dinero, educación, tiempo libre y poder político, con el objeto de explicar su funcionamiento y encontrar así la forma de compartir, dividir e intercambiar los bienes sociales para lograr una sociedad libre de dominación.

El texto está compuesto por 13 apartados. El primero y el último son aquellos que explican los conceptos de igualdad compleja y la tiranía de la dominación como obstáculo de una sociedad justa. Los otros 11 son un extenso análisis de las diferentes esferas de la justicia, es decir, los ámbitos de la vida personal y comunitaria donde se asignan bienes y existen criterios de distribución propios y particulares a cada esfera (la pertenencia, la seguridad y bienestar, el dinero y la mercancía, el cargo, el trabajo duro, el tiempo libre, la educación, el parentesco y el amor, el reconocimiento y el poder político).

La igualdad compleja.

Para Michael Walzer la sociedad humana es ante todo una comunidad distributiva por lo que la idea de justicia guarda relación tanto con el ser y el hacer como con el tener, con la producción tanto como con el consumo, con la identidad y el estatus tanto como con el país, el capital o las posesiones personales.

El autor no se refiere sólo a los bienes materiales, sino también a los premios, los castigos, los valores espirituales, los honores, los cargos y otras distintas formas de poder. Todos se vinculan con ideas y creencias para llevar a cabo la distribución.

No existe un criterio único para la distribución de bienes y servicios: el mérito, la calificación, la cuna y la sangre, la amistad, la necesidad, el libre intercambio, la lealtad política etc.. todo ello ha tenido lugar, junto con otros muchos factores, en difícil coexistencia, invocado por grupos de competencia, confundidos entre si.

De este modo, Walzer trata las desigualdades sociales y económicas sobre la base del pluralismo y de las múltiples perspectivas que los hombres tienen sobre los bienes a repartir, lo que él denomina la igualdad compleja: dos principios de la justicia son en si mismos plurales en su forma, bienes sociales distintos deberían ser distribuidos por razones distintas, con arreglo a diferentes procedimientos y por distintos agentes.

Estas reflexiones deben ser relacionadas con cuatro conceptos básicos que subyacen en su concepción sobre la igualdad compleja: la teoría de los bienes, el predominio o monopolio, los criterios de distribución y las esferas o la relatividad de la justicia.

La teoría de los bienes.

Para Michael Walzer la justicia parte de dos premisas: La gente distribuye bienes a otras personas y la gente concibe y crea bienes, que después, distribuye entre si.

Esta distribución se expresa en actos tales como dar, asignar o intercambiar. A diferencia de las clásicas teorías sobre los bienes -que ponían el acento en los productores o consumidores Walzer hará hincapié en el comportamiento de los agentes distributivos y en el significado que socialmente damos a los bienes que se distribuyen; afirmando que los bienes objeto de la justicia distributiva poseen significados histórico-culturales con independencia de su valor real:
los bienes con sus significados y son un medio crucial para las relaciones sociales, entran en la mente de las personas antes de llegar a sus manos, y las formas de distribución son configuradas con arreglo a concepciones compartidas acerca de qué y para qué son los bienes.

De este modo, parece que lo relevante es preguntarse por cuáles son y cómo se distribuyen estos bienes, cuestión que Walzer intenta responder a través de la enunciación de seis ideas básicas. La primera, que independientemente de la existencia de ciertos bienes materiales comunes a todos los hombres (como algunos que nos provee la naturaleza) u otros espirituales (las creencias religiosas) todos los bienes que la justicia distributiva considera son bienes sociales. La segunda, consiste en afirmar que el proceso social determina la actitud de las personas frente a estos bienes de forma que éstas asumen identidades concretas por la manera en que conciben y crean y luego poseen y emplean los bienes sociales. En tercer lugar, la
gama de necesidades humanas es amplia, variable y de jerarquización diversa; por lo que no existe un solo conjunto de bienes básicos o primarios concebibles para todos los mundos morales y materiales o bien, de existir, tendría que ser concebido en términos tan abstractos que sería de poca utilidad al reflexionar sobre las particulares formas de la distribución. La significación de los bienes es lo que determina su movimiento, de forma que los criterios y procedimientos distributivos son intrínsecos no con respecto al bien en sí mismo sino con respecto al bien social. Del mismo modo, y en quinto lugar, los significados sociales poseen carácter histórico, al igual que las distribuciones. Éstas, justas e injustas, cambian a través del tiempo. Por último, cuando los significados son distintos las distribuciones deben ser autónomas, por lo que todo bien social o conjunto de bienes sociales constituye, una esfera distributiva dentro de la cual sólo ciertos criterios y disposiciones son apropiados. El dinero es inapropiado en la esfera de las investiduras eclesiásticas y la piedad no debería constituir ventaja alguna en el mercado.

El predominio y el monopolio.

En estrecha vinculación con esta última idea, Walzer constata que los distintos bienes o esferas de la justicia tienden a utilizarse de manera predominante y monopólica, lo que explicaría su menoscabo y escasez, redundando en mayor desigualdad e injusticia. El bien dominante es más o menos sistemáticamente convertido en lo que Walzer denomina la alquimia social en toda clase de oportunidades, poderes y reputación; de tal suerte, la riqueza es controlada por el más fuerte, el honor por los bien nacidos, los cargos por los bien educados. Dicha situación, además del natural resentimiento que genera, agudiza el conflicto y exacerba a quienes legítimamente tienen la pretensión de que el bien dominante sea redistribuido o se abran otras vías o alternativas para que otro grupo pueda también disfrutarlo. A diferencia de antaño, los derechos de nacimiento ya no son un bien dominante aunque, como sí lo demuestra la historia moderna, el poder, el dinero y la educación han ocupado ese vacío. La dificultad mayor en la justicia distributiva no deriva del predominio cuanto del monopolio. La tradicional estrategia para afrontar esta dificultad -que Walzer denomina la igualdad simple, se constituye en el punto de partida de su crítica. Si hipotéticamente todo se compra, todo se vende y todos los ciudadanos tienen la misma cantidad de dinero, el régimen de la igualdad simple no prevalecerá mucho tiempo, pues el progreso posterior a la conversión, el libre intercambio en el mercado, indefectiblemente generará desigualdades en su curso. No es posible mantener el modelo de la igualdad simple por cuanto los diversos intereses y capacidades de los individuos provocarán intercambios que de inmediato llevan a las desigualdades.

Ni siquiera los Estados fuertemente centralistas han podido alcanzar ese fin y, para conseguirlo, tendrían que intervenir continuamente, con lo que la disputa por el poder estatal se convertiría en el objetivo último de numerosos grupos de tendencias igualitarias.

Para salir de este dilema Walzer nos propone echar mano a su concepto de igualdad compleja que, opuesto a la tiranía, establece tal conjunto de relaciones que el predominio es imposible. En términos formales, la igualdad compleja significa que ningún ciudadano ubicado en una esfera o en relación con un bien social determinado puede ser coartado por ubicarse
en otra esfera, con respecto a un bien distinto, es decir, una forma de no dominación.

Los criterios de distribución.

Cuando Walzer insiste en que la igualdad compleja se basa en un principio distributivo abierto intenta destacar ,como contraposición al modelo liberal, que no es correcto que exista un único criterio mediante el cual se realice la justicia. Las convenciones sociales de nuestras comunidades atribuyen esferas distintas a los diversos bienes que hay que distribuir, y en
cada esfera rige un criterio distinto. De esa forma, los bienes que se precisan para tener una buena salud se distribuyen según el principio “a cada cual según sus necesidades”, los premios y castigos se distribuyen según el mérito, la educación superior según el talento, la ciudadanía según las necesidades y tradiciones de la comunidad y la riqueza según la habilidad y la
suerte que se tenga en el mercado. Más importante todavía, las distintas comunidades valoran bienes distintos y desarrollan también principios distributivos diferentes.

De todos los criterios de distribución que el autor identifica, al menos hay tres que parecen repetirse como una constante: el intercambio libre, la necesidad y el merecimiento. Aunque el intercambio libre no garantiza ningún resultado distributivo particular, al menos en teoría crea un mercado en que todos los bienes son convertibles en todos los otros bienes a través del dinero. El problema es que existen bienes no equiparables o no equivalentes a monedas de cambio y, tampoco el dinero es un medio neutral, por cuanto es acaparado o monopolizado por individuos con talento especial para la especulación, la transacción o el comercio.

Este es uno de los temas a los cuales Walzer dedicó especial atención e insistió en la necesidad de dar respuesta a dos preguntas fundamentales: ¿qué es lo que el dinero puede comprar? y ¿cómo se distribuye? Walzer distinguió entre la esfera del dinero y la esfera llamada dominio de los derechos. Estos últimos, son aquellas cosas que el dinero no puede comprar (los intercambios obstruidos), impiden cualquier transacción en relación a los seres humanos; el poder político y su influencia, los votos de los ciudadanos, la decisiones de los funcionarios, la justicia o la libertad de expresión, etc..

Por otra parte, el merecimiento no posee las características de la necesidad y no implica un «tener» de la misma manera que el «poseer» y «consumir». Suponiendo que se tuviese la posibilidad de ordenar la distribución de amor, influencias, cargos, obras de arte y otros poderosos árbitros del merecimiento, no tenemos forma efectiva de lograrlo, en
la medida que el merecimiento tiene vinculaciones con juicios sobre ámbitos muy diversos de la condición humana.

Las esferas o la relatividad de la justicia.

Walzer, cree que en las sociedades más antiguas la distribución de los bienes quedaba sujeta en buena medida a jerarquías y estamentos que tendían a reducir los conflictos en tomo a la justicia. En estas sociedades, más estáticas y cerradas, se pensaba que los gobernantes que actuaban con justicia daban a cada cual lo suyo conforme a sus necesidades. Pese a que en la época actual las sociedades son más dinámicas, abiertas y diferenciadas, Walzer cree que la igualdad compleja exige la defensa de las fronteras mediante la diferenciación
de bienes, tal como la jerarquía funciona mediante la diferenciación de personas. En este caso la expresión «fronteras» no alude a espacios político geográficos, sino a ámbitos o esferas donde la justicia distributiva se manifiesta. Walzer afirma que una sociedad determinada es justa si su vida esencial es vivida de cierta manera, esto es, de una manera fiel a las nociones compartidas de sus miembros. Al intentar responder a la pregunta de «en virtud de qué características somos iguales unos con respecto a otros», Walzer sostiene que los seres humanos somos criaturas que producimos cultura: haciendo y poblando mundos llenos de sentidos. Los individuos se oponen a la tiranía y reclaman justicia -afirma el autor- en cuanto exigen respeto para sus bienes culturales y en sus múltiples sentidos, por lo que «la justicia está enraizada en las distintas nociones de lugares, honores, tareas, cosas de todas clases, que constituyen un modo de vida compartido. Contravenir tales nociones es obrar injustamente.

Si el hombre es un ser de cultura que busca la libertad, entonces el respeto a los significados de los valores o bienes sociales en una comunidad humana es lo más relevante para entender y garantizar la igualdad compleja. Estas ideas del respeto por lo propio y lo particular, especialmente en una época de globalización y predominio del capital, debe hacerse extensiva a otras comunidades y sociedades.

Sólo procediendo con mayor cautela y equilibrio, tomando nota de las diferencias en una sociedad, en cuanto deben existir otros bienes, principios de distribución, agentes de reparto y procedimientos para lograr los fines de la justicia, podrá asegurarse una mayor igualdad entre los hombres y mujeres. De lo contrario, afirma Walzer, cuando los bienes a distribuir
no llegan naturalmente sino con imposiciones como el totalitarismo moderno lo mostró, la igualdad simple lleva tanto a la tiranía y a las extorsiones como a las intrigas y a la violencia. Si no se reconoce la autonomía de cada esfera se corre el peligro de la imposición del dinero o del poder político como factores juntos o separados que pretendan realizar la justicia como un acto de dominación cuyo único resultado es la violencia, el individualismo y el desamparo.

En definitiva, por decirlo en una frase, la igualdad compleja será aquella que se logra a través de separar las muchas desigualdades, para anularlas y compensarlas unas con otras, de forma tal que ninguna pueda erigirse como la dominante. El respeto mutuo y el autorrespeto compartido son las fuerzas más poderosas de la igualdad compleja , y son también la fuente de su posible división. Cuanto más esferas haya, más posibilidades tiene cualquier persona de disfrutar de la experiencia de triunfar.

Un comentario sobre “HACIA UN NUEVO MODELO DE JUSTICIA.

  1. Hobbes-Locke-Rousseau-Kant-Rawls-Habermas-Walzer, indispensables para entender de donde venimos y hacia donde vamos politica y sociológicamente.

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