¿Morirá en la cama?

    Todo parece indicar que nuevamente será así. Nuestro jefe del Estado, como su antecesor, morirá en la cama. ¿Dónde si no?. Obviamente con esta expresión se vino a destacar que el anciano dictador había conseguido que nadie en España se opusiera a él de tal forma que su dictadura fuese derribada o, al menos, que el conjunto de la sociedad española no provocara su caída con las obvias excepciones de la lucha de los resistentes tras la Guerra Civil y, posteriormente, con las luchas obreras y universitarias por todos conocidas. Pero hay que reconocer que ya fuera por el terror implantado durante décadas de represión o por otra serie de circunstancias la dictadura de Francisco Franco perduró hasta que la biología hizo su papel y su decrépito estado de salud no permitió ni un día más su estancia entre los vivos. Meses atrás en un estado deplorable de salud, con un párkinson muy avanzado y un hilo entrecortado de voz intentaba levantar el brazo para saludar a las decenas de miles de seguidores que lo aclamaban en la Plaza de Oriente. Y murió en la cama, en el hospital, foto nefasta de su yerno mediante. Así terminó oficialmente su dictadura, aunque no el régimen oligárquico que había puesto en pie durante décadas. Ese régimen continuó hasta el día de hoy en donde otro Jefe del Estado, nombrado directamente por él, ostenta su jefatura a título de Rey.

 

  Y todo parece indicar a día de hoy que ese Jefe de Estado, Don Juan Carlos de Borbón y Borbón: -Juro solenmente guardar y hacer guardar los principios del movimiento nacional, etc.-, morirá en la cama cuando Dios lo llame consigo dando por acabado su reinado. No abdicará como es lógico. Hay que tener en cuenta que, en el momento en que dejara de ser Jefe de Estado podría ser factible su imputación puesto que dejaría de tener el privilegio constitucional que posee, es decir, el de ser inviolable e inimputable. Todos sabemos que su acceso a la jefatura del Estado fue una instauración, no una restauración como hicieron ver los voceros de siempre. Pero nadie pensó en derribarlo. Bien al contrario, surgieron grandes capas de la población, incluyendo a buena parte de la españa oficialmente de izquierdas que se hicieron Juancarlistas. Ellos decían que eran republicanos pero que este Rey había traído las libertades y que, con el 23-F, había ganado el corazón de su pueblo, como gobernante demócrata que era. Y esa fue la mayor traición que a los ideales democráticos y republicanos perpetraron aquellos que, supuestamente, se habían opuesto a la dictadura. Es cierto que muchos de ellos si lo hicieron pero cuando murió el dictador se avinieron rápidamente a negociar con sus herederos un sistema político que permitiera su rápido acceso al poder.

   Ninguno de estos supuestos luchadores por la libertad hicieron nada por traer la libertad verdadera y auténtica a nuestro país. Bien al contrario traicionaron sus propios ideales (que no pongo en duda que fueran sinceros en su día) para llegar lo antes posible a la poltrona. Y es que verdaderamente no quisieron implantar en España un régimen de democracia auténtico. Se limitaron a dejar plasmado en una Carta Magna derechos y libertades propios de un régimen democrático pero en lo que respecta al control del poder político, la separación de poderes y la representatividad del poder legislativo nada hicieron. Se conformaron con un régimen de partidos, oligárquico y elitista que dejaba el poder político en manos de los jefes de cada partido, en realidad dos grandes opciones, que se turnarían en el poder cuando las circunstancias y el cabreo de la gente así lo quisiera. Pero eso no era( ni es por desgracia todavía) una democracia como ya hemos demostrado en otros artículos. 

 

   Y al frente de este sistema un monarca en  una supuesta monarquía parlamentaria. Digo supuesta porque ha sido un reinado marcado por el incumplimiento de las normas básicas de una monarquía democrática, a saber: intervención directa del Rey en los asuntos propios y exclusivos del ejecutivo ( despacho y nombramiento del ministro de defensa, control de los servicios de inteligencia casi absoluto con despachos contínuos con su jefe e informes periódicos en su despacho, etc.) que ya de por sí serían suficientes para inhabilitar a un monarca que hace eso en un régimen democrático. El monarca debe ser únicamente una figura representativa y casi decorativa. De todos es sabido, porque de ello alardean los  medios de comunicación, casi exclusivamente al servicio de la corona, de las gestiones exteriores del rey. Su papel como impulsor de nuestra política exterior como si de un  presidente de la república se tratase. Tanto es así que un jefe de gobierno español llegó a asegurar que Don Juan Carlos era un rey “republicano”, queriendo demostrar así que era un gran gestor de los intereses de nuestro país y que no podíamos aspirar a nada mejor en una república porque su labor era incontestable. Por supuesto se trataba de un presidente del gobierno Juancarlista, de esos que dicen que son republicanos y son más monárquicos que los de toda la vida, quizás por esa actitud que tienen los catetos de integrarse en un lugar acabando por ser más papistas que el papa.

  Pues bien: esa no es función de un monarca, al menos en una  monarquía parlamentaria que se precie de ser una democracia. Además se viola flagrantemente la Constitución en la que dicen se sustenta nuestro “régimen de libertades” ya que esta reserva toda la política exterior al poder ejecutivo, en ningún caso al monarca. De este se dice que podrá ser mediador, facilitador de la buena relación entre las fuerzas políticas. Me estoy acordando ahora del papel del recientemente jubilado Rey de los belgas, Alberto, que establecía conversaciones con los  líderes de los partidos políticos intentando, muchas veces infructuosamente, conseguir la formación de un gobierno.

   Por tanto lo que podemos decir es que la Monarquía Española no ha aprendido de sus errores históricos, de aquella monarquía desgraciada de Alfonso XIII que acabó con una dictadura con el aval del monarca. Mucho queda por investigar sobre aspectos oscuros del todavía en activo Rey Juan Carlos I. Seguramente haya que esperar a que muera en la cama para que nos podamos enterar, de una manera fidedigna y con documentación histórica irrefutable de lo que ya sabemos sotto voce: de que ha violado la Constitución, de que en el 23-F actuó de perfil durante horas y promovió durante meses la “operación Armada” que facilitó el Golpe de Estado fracasado y de que su actuación como comisionista ha estado al margen de todo control político. Todo ello a mayor gloria de una casta oligárquica representada por los dos grandes partidos del sistema, ese PPSOE que tanto nos cansamos de denunciar, que lógicamente y salvaguardando también sus propios intereses político-económicos, han sido más monárquicos que los monárquicos de toda la vida.

  Ellos que dicen ser republicanos, esos que escriben artículos diciendo que son republicanos pero que la monarquía es el mejor régimen al que puede aspirar España. Son cortesanos y traidores a la idea republicana. Y no me vale la excusa del ruido de sables. ¿Es que acaso a finales de los 80 y después en los 90 existía ese ruido?.  Evidentemente que no y el que esa excusa aduzca es un mentiroso que solo quiere mantener sus privilegios, los privilegios de una clase política que puede robar impunemente porque ya se encargan ellos de que no exista la separación de poderes. Así nadie los juzgará o, al menos, pondrán todas las trabas en el camino del valiente juez que se atreva a ello. Para eso cuentan con el control de la fiscalía, algo que debería repugnar a cualquier hijo de vecino.

   Todos gritan larga vida al rey porque su duración biológica será el mejor aval para que ese pequeño grupo de personas siga controlando impunemente y de manera casi dictatorial España.

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