Castro o el buen patriota

   En esta España inmoral que se derrumba, citando a Núñez de Arce, observamos con impotencia como una Constitución que establecía en su preámbulo la defensa de la justicia y la libertad en nombre de la nación española ha acabado siendo papel mojado ante los embates de la oligarquía partitocrática. Y sin embargo siempre hay una esperanza, una luz al final del túnel.  En una titánica labor que las futuras generaciones deberán admirar con orgullo resplandece con luz propia un sencillo defensor de la legalidad, del estado y, por ende, de la nación: el juez José Castro. Ahí sí que nos encontramos con un verdadero ejemplo de patriotismo, todo lo contrario que ese hatajo de funambulistas que forma nuestra pútrida clase política, en especial esos individuos conservadores , de un lado y del otro, que braman a viento y marea por la unidad de la patria.

   Especialmente repugnantes son aquellos que dicen defender la indisoluble unidad de la nación española, algunos de los que se arrogan la denominación de constitucionalistas (como si los demás no hubiéramos querido que la Constitución estuviese vigente tal y como se redactó) y que han llegado a asegurar que la unidad de españa la garantiza la monarquia. ¡¡Acabáramos!!. Esta pandilla de españolistas de medio pelo en realidad no saben (o quizás sí lo saben, hipócritas ellos) que el verdadero patriotismo está en la defensa de la ley, si esta no es opresora e injusta. Ellos representan por el contrario lo más abyecto y antinacional, lo más desarticulador y destructor de una España democrática y unida. Porque en su defensa a ultranza de la monarquía, llegando incluso a acusar al Juez de prevaricar, exoneran a la infanta de todos sus delitos, de toda responsabilidad y de esta manera protegen a quien delinque contra el Estado, contra todos. ¿No era el pueblo español el soberano según esa Constitución que pretenden monopolizar?. Pues resulta que este crimen es contra el pueblo español.

   Veamos: cuando el Juez Castro observa, después de una larga y procelosa labor de investigación que Cristina de Borbón ha defraudado a hacienda (algo demostrado por los peritos, otra cosa es que hayan movido Roma con Santiago para aparentar que las facturas no sobrepasan los 100.000 euros, límite para poder hablar de delito fiscal) Castro está defendiendo a España, al estado, de un delincuente. Así que el juez, atacado inmisericordemente por ese fiscal dirigido desde el ejecutivo que se erige en defensor de delincuentes, atentando por tanto contra el estado al que debe defender por encima de todo,  con su acción, con su ejemplo ha defendido la libertad y la justicia


Sin embargo esos penosos seres que mendigan unos dineros por radios, televisiones y periódicos subvencionados por el estado, propagan la especie de que el juez no está siendo honesto y que la honrada y vilipendiada es la infanta. ¿Creen estos ridículos personajes que están defendiendo a España, a la “nación española” como dicen hacer?. Pues no, ni mucho menos. 

   Resulta también irrisorio que surjan nuevos partidos que dicen quierer regenerar el país y que pretendan hacernos tragar una nueva restauración en la figura de Felipe VI.  Sabíamos que PP y PSOE estaban ya en ello, en su campaña de intoxicación masiva para presentarnos al príncipe mejor preparado de la historia de España ( ni Felipe II siquiera).  No parecen entender que España si es algo es la suma de sus ciudadanos, no un ente abstracto que solo está representado en la figura de un monarca. ¿Equiparan el estado al monarca?. Entonces, ¿está bien que esa persona casi divina pueda atentar contra ese Estado, pueda cometer un delito contra ese Estado que dicen que representa?. ¿No es más digno defender al juez que defiende a los ciudadanos?. Y  por último: ¿No es vergonzoso que el fiscal en lugar de defender al estado, como es su misión, defienda a quién delinque contra ese estado?.

  Deberemos concluir que José Castro no es un héroe porque sencillamente, como tratamos de hacer todos, hace su trabajo, cumple con su obligación como funcionario del estado. Lo que nos debe llamar a la reflexión: que en España cumplir con las obligaciones propias resulte casi un acto de heroísmo, un hecho revolucionario, indica que la enfermedad de este país va camino de metastasizar. De seguir en este estado de cosas no muy tarde escucharemos como un lamento aquella máxima latina que Ortega transmutó refiriéndose a la monarquía como Delenda est Hispania.

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