Crisis: resistencia y alternativas
Esbozo de una solución
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Un empobrecimiento que toma la forma de unos planes de ajuste estructural enormemente regresivos que, a la imagen de los implementados en América Latina en los años 90, provocan una mayor contracción económica y una nueva bajada del consumo interno, impidiendo toda recuperación, pero posibilitando que la riqueza extraída sea utilizada para maquillar la “contabilidad creativa” de las entidades financieras.
Planes de ajuste que, en nuestro país, se han conformado como el sumatorio de toda una serie de medidas de una agresividad extrema contra la clase trabajadora: la reforma laboral más radical de las últimas décadas; una reforma de las pensiones que promete la miseria en la ancianidad para las generaciones más jóvenes; una reforma de la negociación colectiva que ha traspasado numerosas líneas rojas que, en lo referente a su encaje constitucional se suponían existentes; una reforma de la Carta Magna (considerada la intocable clave de bóveda del régimen nacido en la Transición) para blindar los intereses de los acreedores de la deuda externa española y la política de ajustes; y, además, todo un conjunto de modificaciones legislativas menores que, desde la reducción del salario de los funcionarios a la privatización de empresas públicas, están generando una quiebra sin precedentes de nuestro modelo social y la desaparición de nuestro, nunca desarrollado del todo, Estado del Bienestar.
Pero, cuando el fragor de esta batalla es cada vez más audible, pese al silencio más que cómplice de los medios de comunicación de masas, se nos plantea una pregunta: ¿qué podemos hacer? Y, sobre todo: ¿qué es lo que queremos en lugar de toda esta zarabanda de nuevos sufrimientos y esta promesa de degradación de nuestra sociedad? 2.- La resistencia
Para construir una alternativa a todo este desbarajuste, para organizar la resistencia a este Gran Saqueo, a este proceso de acumulación primitiva del próximo modo de producción social que se nos impone, debemos tener en cuenta que nos encontramos ante ciertas exigencias de la realidad, ante necesidades históricas insoslayables.
Hemos de conseguir la unidad. Donde existían grupúsculos dispersos y capillitas y sectas en tensión cainita, debemos reconstruir los lazos y las redes, la “sociabilidad densa” y el trabajo en común, la confianza y el apoyo mutuo. La unidad de acción debe de asentarse sobre la tolerancia y el respeto, no sobre la imposición de una cualquiera de las tesis en conflicto. La unidad debe de expresarse en lo organizativo tanto como en lo cultural, en las palabras y los hechos, en la articulación de un discurso plural que parta de la existencia de una situación de urgencia y de un enemigo común, pero también de un acervo compartido de tradiciones y de prácticas.
Hay que levantar una Gran Alianza de una dimensión nueva y ambiciosa que una a todos los sectores atacados por la furia neoliberal: la clase trabajadora (por supuesto), tanto fija como precaria; las “zonas grises” del mercado laboral (pequeños autónomos, becarios, migrantes, etc.); así como todos los sectores de la clase media empresarial y profesional que van a ser dinamitados y proletarizados por la crisis y por los planes de ajuste introducidos. Debemos hacer conscientes a todos los sectores de que tienen que encarar, con toda urgencia, a un enemigo común: el Gran Capital transnacional y sus servidores domésticos, que han usurpado la soberanía nacional para empobrecerles.
Pero además (y debemos decirlo) una cosa ha de estar también clara (y le interesa a todos los sectores, aunque ellos mismos no lo crean, como iremos explicando a lo largo del texto): la hegemonía dentro de esa Alianza ha de pertenecer a la clase trabajadora. Vayamos matizando cosas. Decimos “hegemonía”, no “dictadura”. Cada cual ha de tener plena libertad para defender y explicar sus posiciones y todas las propuestas deben ser escuchadas y valoradas. Y, además, si hablamos de la “clase trabajadora” no nos referimos a ninguna supuesta “vanguardia”, más o menos autoproclamada, sino al conjunto de sus integrantes: las asambleas populares están para eso. Lo que queremos decir es que no sólo es justo que la mayoría social pueda hacerse escuchar por primera vez, sino que, además, sin el compromiso directo de dicha mayoría cualquier intento de cambio es un espejismo. Ya hablaremos de ciertas ilusiones socialdemócratas sobre la “racionalidad” del poder. Además, hay que indicar que la clase media sola no puede sobrevivir a lo que viene, ni siquiera mediante un ilusorio “fascismo paternalista de los tenderos” que se ha vuelto imposible ante la integración transnacional de los mercados operada en las últimas décadas. Ya sólo cabe el fascismo global de los Fondos de Inversión y las grandes corporaciones. No hay un “Duce” del “pequeño propietario” esperándonos tras la esquina. La próxima desilusión será Rajoy. Él sabe bien quien le manda.
Además, la situación impone poner en cuestión el régimen presente. No sólo el régimen de acumulación neoliberal, sino también el régimen político nacido con la Transición. Ellos mismos han marcado el territorio del enfrentamiento al dar rango constitucional a la exacción de la deuda. El keynesianismo (no hablemos del socialismo) ha sido declarado inconstitucional. Ya no tiene sentido discutir alternativas inexistentes (el uso de la Constitución para trascenderla) que han sido el inofensivo juguete conceptual de la izquierda parlamentaria desde hace tiempo. Se impone, con toda crudeza, la apertura de un nuevo proceso constituyente. Una modificación radical de las reglas del juego político que barra con la “partitocracia” ligada al sistema y abra nuevos espacios para la democracia en su sentido más profundo: democracia directa, régimen de asambleas, participación ciudadana, régimen de garantías y no de dictadura de una supuesta mayoría muda construida con el uso y el abuso de la financiación de los lobbyes y el apoyo de los medios de comunicación ligados a las transnacionales.
Y si se nos pide mayor concreción sobre cómo salir de esta crisis infernal, también podemos plantear medidas de absoluta urgencia que deberían ser implementadas.
3-¿Un programa?
Cuando hablamos de las medidas que se imponen en la actualidad para ser defendidas por la Alianza Social de la Mayoría debemos, como hizo en su día el Instituto de Ciencias Económicas y de la Autogestión (ICEA, www.iceautogestion.org) en sus documentos al inicio de la crisis, subdividirlas en tres grandes apartados.
Medidas reformistas. Se trata de medidas claramente keynesianas, que buscan una reactivación del crecimiento mediante un estímulo público basado en un sistema fiscal operativo y en la regulación de los mercados entregados al caos del más fuerte por las doctrinas neoliberales: hablamos de aumentos del salario mínimo y del empleo público; regulación de los paraísos fiscales; tasación de las transacciones financieras internacionales; recuperación de un sistema de impuestos basado en el principio de que pague más el que más tiene; conformación de una banca pública y reversión de los procesos de privatización, auditoría y repudio de la deuda ilegítima y odiosa…”Nada terrible”, dirán los más aposentados catedráticos socialdemócratas: “la realidad lo exige. El propio sistema acabará por implementar este programa”.
Ahí es donde se equivocan. Que la realidad lo exija no quiere decir que lo imponga. Para eso está la lucha de clases. Ese extraño motor de la Historia que todos creían gripado o en poder de uno solo de los contendientes. El sistema no es “racional”. Si lo fuese, no habríamos llegado hasta aquí. Todo está demasiado imbricado con todo para que los grandes financieros se levanten un día keynesianos y nos devuelvan al sopor del consumo por pura “racionalidad”. Tendremos que levantarnos. La lucha social es el demiurgo imprescindible de la Historia. Sólo si la exigencia se convierte en energía, si la razón se vuelve también fuerza, los cambios son posibles. Y eso nos devuelve al problema de la hegemonía: sólo si la clase trabajadora en su conjunto entra en la lid con decisión, esto puede tener algún tipo de solución “racional” (al fin y al cabo, hablamos de lo que es “racional” para los intereses de la mayoría, que el sistema degenere o colapse es tan “racional” en abstracto como cualquier otra cosa; todos los sistemas lo hacen.) Y, para intervenir, la clase trabajadora tendrá sus propias exigencias. Eso nos lleva al siguiente arco de medidas.
Medidas progresistas. Estamos hablando de medidas que expresen esa hegemonía proletaria en el cuerpo social, aunque no constituyan una sociedad sin clases: eliminación de las ETTs y la subcontratación, potenciación de las asambleas populares y los mecanismos de cogestión empresarial, recuperación autogestionaria de las empresas en crisis, fomento del emprendimiento social y cooperativo, control de las asambleas populares sobre los servicios públicos locales de un Estado del Bienestar “socializado”, inicio, en definitiva, de la construcción de otra economía por fuera del capitalismo.
Se trata de la conformación de un régimen de tintes populares y sociales, del estilo de ciertos países latinoamericanos, al despertar tras la noche de ajustes de los 90. Aunque, en virtud de nuestras características propias, con una comprensión mucho más profunda y extendida del espacio de la democracia directa. ¿Un “capitalismo progresista” en transición al “socialismo 3.0”? Quizás. Y ese es, precisamente, su problema. Lo que nos lleva al siguiente conjunto de medidas.
Medidas transformadoras. No nos engañamos. El proceso antedicho (pues se trata de un proceso: con sus vaivenes, con sus avances y retrocesos, con sus indefiniciones, con sus contradicciones) no nos dará nada más que tiempo. Eso sí, un tiempo precioso. La crisis del capitalismo que encaramos no es puntual. Todos los sistemas tienen un final y todo apunta a que el colapso se acerca a pasos agigantados. El keynesianismo sólo nos salvará una temporada (es, incluso, dudoso que pueda hacerlo). Justo lo que tarde en enfrentarse con los límites ecológicos de un planeta devastado por la rapiña neoliberal. Se impone el fin del crecimiento sin fin. Y con él, el fin del capitalismo como modo de producción de la Humanidad.
Habrá que asumir el decrecimiento que viene y una nueva relación con el medio natural, con todas sus consecuencias en aspectos como el urbanismo, la alimentación, el transporte, etc. Y para que eso no se convierta en un colapso ni en una brutal amenaza para el conjunto de la especie, habrá que generar mecanismos de democracia directa operativos y justos que permitan seleccionar las modalidades e intensidades del decrecimiento desde la perspectiva de las necesidades sociales afectadas. Se trata de una democracia amplia, real y directa, no sólo en lo político sino también en lo económico, donde los experimentos de autogestión, soberanía alimentaria y desarrollo local, han de convertirse en el pivote de la nueva sociedad.
No se trata de una socialización forzada, ni siquiera estamos hablando, probablemente, del fin de la propiedad privada. Sí, quizás, del final del trabajo asalariado, sustituido por la cooperación de los productores libres (asociados o no) sobre un cuerpo natural en equilibrio y con un acervo de saberes ampliamente compartido. Un espacio del procomún que, respetando a los sectores que (como la propiedad familiar campesina, el trabajo autónomo o el pequeño emprendimiento) quieran subsistir por sus propias fuerzas, impida la explotación y la lucha feroz y sin salida por unos recursos esquilmados en los siglos devastadores del capitalismo.
Quizás lo veamos. Quizás no. Nada está escrito en las estrellas. Quizás, como Corto Maltés, el personaje de cómic de Hugo Pratt, debamos rasgarnos la mano para poder decir un día: “Mi fortuna me la he hecho yo”.
Este texto es panfletario, a diferencia del rigor que se suele seguir en este sitio.
No es cierto que haya una burbuja crediticia por “el Gran Capital”. Hay burbuja inmobiliaria en España e Irlanda, pero no en Alemania o Suecia. Por tanto, la crisis de crédito no es global. Es de ciertos países de la Eurozona debido a la mala arquitectura de euro.
Antes España tenía moneda propia, devaluaciones cada 5-10 años y en consecuencia tipos de interés altos. Al entrar en una moneda fuerte, los intereses bajaron, y eso fomentó el endeudamiento de ciertos países de la Eurozona.
Todo eso de los eslóganes es muy bonito, ellos son malos, nosotros somos los buenos, pero la crisis española fue causada por instituciones controladas por políticos, no por los mercados: las administraciones públicas y cajas de ahorros, que construyeron urbanizaciones en el desierto, aeropuertos fantasma, AVEs a ninguna parte, parques temáticos y obras faraónicas.
La teoría de que es obra del “Gran Capital” para compensar la falta de consumo por las bajas rentas de trabajo, de conspiparanioca global, carece de fundamento. Es más sencillo pensar que todos los participantes, buscando cada uno su propio beneficio, estaban interesados en que los particulares se endeudasen al máximo. Las cajas de ahorros estaban gobernadas por políticos autonómicos, a los que les interesaba una construcción que generaba empleo, recaudación fiscal y votos a corto plazo. (Y para contrarrestar este discurso folletinesco de buenos y malos, recordad que una parte de la “clase trabajadora” salió ganando, obteniendo sueldos de 3000 € al mes sin estudios, ved las manifestaciones de obreros en Seseña a favor del Pocero). Los promotores inmobiliarios obviamente salían ganando, puesto que no arriesgaban nada, todo el dinero lo ponía la caja, y la obra es el único aval. Como veis, no hay Hermanitas de la Caridad, ni las empresas, ni en la política, ni en el sindicalismo.
Por último, no resolvéis el problema de la deuda externa. Habláis de solución keynesiana. Y ¿de dónde sacáis el dinero? El estado está sobreendeudado, las empresas y los particulares también, y todos ellos con el exterior. ¿Qué hacemos con la deuda externa? ¿La impagamos? Vale, muy buen rollo, esa deuda es del Gran Capital Gobal, qué buenos somos, … ¿cómo vamos a pagar las importaciones? Porque si impagamos por las malas, Francia no va a dejar pasar ni un tomate español por la frontera.
Lo de la deuda odiosa es verdaderamente panfletario. Basándose en criterios morales subjetivos, uno decide incumplir contratos de deuda firmados voluntariamente por el Estado. Puedo entender que la deuda es incobrable. Bueno, se paga lo que se pueda, se impaga el resto y ya está. Como dije antes, me preocupan las consecuencias prácticas. Pero poner adjetivos a algo que fue culpa de políticos españoles me parece desafortunado.
Estamos todos de acuerdo en que las pérdidas de los bancos y cajas las tienen que afrontar estos y sus acreedores, no el contribuyente. Debo advertir que quienes han insistido y desgañitado desde Nada Es Gratis fueron descalificados de “neoliberales”.
Sé que me repito, pero los errores de aquí se repiten aún más. Para competir en un mercado global hay que tener precios y sueldos acordes con el valor de lo que se hace. Para tener sueldos altos, hay que saber fabricar productos de alta tecnología difíciles de duplicar, como hacen Suecia o Alemania. Si sabemos hacer lo mismo que un polaco, tendremos que tener sueldos polacos. Luchar contra eso como luchar contra la ley de la gravedad.
Excelente y breve respuesta a un post bastante menos excelente y bastante menos breve.
La burbuja de crédito de Alemania consiste precisamente en haber prestado a manos llenas a los países periféricos, que no producían nada más que pisos. Lo que planteo no es una tesis conspiranoica, no es que lo hubieran “planificado” así (el “Comité Central” del Gran Capital no existe, aunque lo intenten) . Es en base a esas decisiones individuales como se ha creado la gigantesca burbuja global (piensa que el volumen de derivados en circulación supera con mucho el del PIB mundial). Cada uno ha seguido sus intereses inmediatos, en un contexto en el que la bajada tendencial de la tasa de ganancia de las actividades productivas y la bajada de la participación de los salarios en la renta ha empujado a los capitales a la financiarización, y las clases trabajadoras y medias al sobreendeudamiento para mantener el consumo. Lo que ha pasado (repito, a nivel global, aunque haya excepciones o lugares donde se hayan sobreendeudado menos) es una consecuencia lógica de un mercado ayuno de todo control social (realmente, controlado por los oligopolios) y de la polarización de la riqueza. Por es hubo quien vió que esto iba a pasar ya desde finales de los setenta (como Samir Amin, Gunder Frank, etc.).
Y con eso no quiero indicar que haya “buenos” y “malos”. Efectivamente, la clase trabajadora española ha vivido en un mundo virtual de consumo y desprecio del ecosistema y de todo lo que no fuera el espectáculo del pelotazo y la fiesta, pero eso no justifica que se pretenda hacer pagar la crisis a la mayoría social, que se pudo aprovechar de lo anterior, pero no provocó el desaguisado como quienes sí sabían que estaba pasando y podían detenerlo, pero no lo hicieron.
Respecto a la deuda, está claro que se impone una quita sustancial, si queremos que nuestra sociedad sobreviva en un contexto de una mínima cohesión y bienestar. Y los banqueros alemanes sabían perfectamente lo que estaban haciendo cuando nos prestaron dinero que no podíamos devolver, utilizando las redes cientelares y corruptas de la política para ello. De hecho, están cobrando intereses usurarios porque hay riesgo. Pues ya los han cobrado. No se puede tener todo: los intereses altos por el riesgo, y que les garanticemos que el riesgo no existe. Y lo mismo vale para los CDS emitidos sobre nuestra deuda por los bancos americanos ¿Qué ellos no tienen burbuja? Lo veremos cuando no podamos seguir pagando.
Jose Luis, me gusta más tu respuesta que lo está escrito más arriba.
Entiendo el argumento de que, al bajar sueldos, se produce una bajada del consumo, y que esto se intentó paliar estimulando el crédito. Si yo fuera sindicalista, contra lo que me opondría es justamente lo último, porque así se impide que los precios bajen y aumente el poder adquisitivo. Soy un pesado con esto, pero en Polonia los sueldos son como la mitad que en España y no se vive tan mal, porque el precio de la vivienda es también la mitad.
No me gusta entrar en valoraciones subjetivas sobre la responsabilidad de los bancos alemanes prestando a España. Lo objetivo son los contratos y sus condiciones. Desde luego, tenemos mucho más peso de responsabilidad en tener un país insolvente que ellos.
Y soy un pesado, pero seguimos con el problema de la competitividad de que compramos al exterior más de lo que vendemos. Incluso si nos “perdonasen” toda nuestra deuda externa, incluso con todos los ajustes actuales, seguimos con déficit de balanza por cuenta corriente. A corto plazo, la única solución es bajar los sueldos y los precios, sea devaluación interna, o salir del euro. A largo plazo, mediante inversión en educación e investigación, se pueden tener mejores condiciones produciendo artículos con más conocimiento.
Porque para subir los sueldos hay que producir bienes de mayor valor, como hacen los países del Norte de Europa. Comparad las empresas del índice “OMX Stockholm 30” con las del IBEX 35. Donde en el primero vemos maquinaria industrial en el segundo ves ladrillo y oligopolios de ex-empresas públicas.
Esta debería ser el objetivo de una lucha inteligente, que el modelo de desarrollo vaya hacia producción de alto valor añadido. Y lo vuelvo a repetir, si uno sabe hacer lo mismo que un polaco, tendrá sueldos polacos, y si sabe hacer lo mismo que un tailandés, sueldos tailandeses.
Y por supuesto, prefiero los sindicatos independientes como Solidaridad Obrera a los que aceptan subvenciones.
Ramón:
Gracias por afirmar espacios de encuentro. En lo que claramente coincidimos es en que la estrutura productiva española no tiene sentido, y debería cambiar para favorecer la producción con alto valor añadido, con los cambios que ello implica en el régimen del I+D+i, y del conocimiento (incluido internet). En lo que probablemente coincidimos menos es en el efecto desincentivador que, para imposibilitar esa transformación,creo que han tenido los bajos salarios y las malas condiciones de trabajo. Quién iba a gastar en tecnología y formación cuando se ha contado con un trabajo abundante, barato y sin cualificación. Y se ha utlizado extensivamente en el ladrillo, que era lo más fácil, y lo que daba más rédito inmediato.