
Donald Trump ha enviado una nueva carta a Bruselas en la que advierte de que establecerá unos aranceles generales del 30 por ciento a la Unión Europea. Entrarán en vigor el 1 de agosto. Además, amenaza con tasas adicionales en caso de que la UE respondiera a la guerra comercial con aranceles a los productos estadounidenses. Después de obligar al incremento del gasto militar, hasta alcanzar el cinco por ciento del P.I.B., los Estados Unidos vuelven a la carga y atacan la economía de los países europeos. ¿Cuál será la respuesta de la Unión Europea? Como segundo tema, tratamos la postura de la izquierda parlamentaria y el Gobierno frente a la huelga del metal en Cádiz y otros episodios de represión de las protestas como son “las seis de La Suiza” y “los Cinco de Zaragoza”. Por último, analizamos la entrada en el euro de Bulgaria. Con Íñigo Molina, Carlos García y Jorge Amar. Conduce Juan Martínez.

Lo que está ocurriendo no es un fallo del sistema, es su funcionamiento normal cuando se tensan sus contradicciones. La represión a trabajadores en Cádiz, mientras ministros viajan al extranjero a hacer el paripé, no es una anécdota: es un síntoma.
La izquierda parlamentaria —PSOE, Sumar, Podemos— no transforma el sistema, lo amortigua. Gestiona la crisis del capitalismo, manteniendo viva la ilusión democrática. Cuando una reducción de 30 minutos en la jornada laboral se presenta como “hito civilizatorio”, no se avanza: se domestican expectativas.
La raíz está en algo que casi no se debate: la falta de soberanía monetaria. Al adoptar el euro, España dejó de ser emisora de su propia moneda. Eso significa que, en lugar de poder financiar políticas públicas según nuestras necesidades, dependemos del BCE, que puede crear dinero sin límites… pero solo para rescatar bancos, no para garantizar empleo, salud o educación.
Mientras países como EE.UU., Japón o Reino Unido controlan su moneda y pueden usarla para sostener su economía, los países de la eurozona somos simples usuarios del euro, como si fuéramos una familia que no puede gastar más de lo que ingresa. Y eso impone límites artificiales que justifican recortes y austeridad.
Grecia es el mejor ejemplo: antes del euro, podía ajustar su economía con devaluaciones y políticas expansivas. Después, quedó atrapada: sin poder crear euros, dependió de préstamos con condiciones destructivas. Resultado: desempleo masivo, colapso económico y políticas impuestas desde fuera.
Y no es solo Grecia. En España, la reforma del artículo 135 de la Constitución —impuesta en plena crisis— priorizó pagar la deuda sobre cualquier otra necesidad social. Fue una cesión directa de soberanía ante los “mercados”.
El BCE demuestra todos los días que el dinero sí existe… pero solo para quienes están arriba. Para las personas, nos dicen que hay que “ajustarse el cinturón”. ¿Cómo se llama eso si no control de clase?
La Teoría Monetaria Moderna (MMT) muestra que, con soberanía monetaria, otro modelo es posible. Países como Argentina, Japón o EE.UU. lo han demostrado en distintos momentos históricos: se puede financiar empleo, servicios públicos y transiciones ecológicas sin depender de los mercados financieros.
En el caso de España, eso permitiría crear millones de empleos en sectores clave, garantizar derechos básicos y planificar una transición ecológica con sentido. Y sí, se puede financiar: no faltan recursos, falta control político sobre la moneda.
Frente a esto, hay tres caminos: salir del euro de forma negociada, salir de forma unilateral o impulsar una reforma profunda de la eurozona (muy difícil sin un giro radical en Alemania). Pero lo que no es viable es seguir como estamos.
La próxima crisis europea será el momento decisivo. España puede liderar la recuperación de soberanía monetaria y demostrar que existe una alternativa progresista al neoliberalismo europeo.
Esto no es utopía. Es viable hoy. Lo único que falta es voluntad política. Y eso no va a venir de arriba. Hay que construirla desde abajo, con organización, con formación y con acción. Porque sin soberanía monetaria, no hay transformación real.