El mito de la lista más votada

sin diósDe un tiempo a esta parte se ha instalado en la sociedad política la polémica, nada nueva por otra parte, de si debe siempre gobernar “la lista más votada”.  Se argumenta que es lo más democrático y que la otra opción, la de que gobierne el que obtenga más apoyos y sume una mayoría en el congreso, genera el caos y el desgobierno. Se apoyan en las recientes elecciones autonómicas en dónde el partido más votado se encuentra ahora en una saludable y necesaria oposición.

No es de extrañar que la cuestión cale en la sociedad civil y mucha gente se pregunte porqué no gobierna el partido más votado, que es lo “justo y democrático” y que la suma de siglas genera gobiernos inestables y confusión. Para el PP constituye ya una consigna repetitiva y no sería descartable que en un giro berlanguiano acabara siendo su eslogan electoral. Creen tener asegurada la victoria en votos aunque conocen sobradamente que ni de lejos lograrán una mayoría suficiente para formar gobierno por si solos.

Este asunto de la lista más votada no es baladí: saben que el mensaje es fácil de “vender” entre muchos electores desinformados o maliciosos. En realidad, ¿Quién estaría, en una democracia, en contra de que gobierne el más votado?. Solo hay un pequeño “inconveniente”: son las reglas de juego. Son unas reglas nocivas, mal pergeñadas, constituidas con el fin de que dos partidos grandes se perpetúen y turnen en el poder, pero son las reglas que están en vigor. En concreto, estamos en un régimen parlamentario que, a día de hoy, sigue siendo el sistema político que sigue en pie en nuestro país. Otro asunto sería plantearse si es conveniente modificarlo, pero no ahora, sino después de terminado el partido.

En una monarquía parlamentaria, conviene recordarlo, como sucede en Gran Bretaña, cuna del parlamentarismo, el pueblo no puede elegir al gobierno directamente sino que es el parlamento el que vota, en la “sesión de investidura” a aquel candidato que tenga más apoyos. Y es posible (de hecho así ocurre en muchas ocasiones) que el poder ejecutivo (presidente, alcalde, etc.) lo ostente el jefe de filas del partido menos votado. Y es perfectamente legal. Precisamente el partido que esgrime machaconamente la ley cual adoquín lanzado contra la cabeza del sufrido contribuyente es el que se queja ahora de que se cumpla la ley.

Sabemos que una gran mayoría de ciudadanos  desconoce el sistema político que los rige, más allá de saber que hay un rey y que el Presidente del Gobierno es el que manda. Pocos saben lo que es el parlamentarismo o que, en teoría, votan a sus representantes. Una gran mayoría de la población cree que elige directamente al jefe del ejecutivo, pensando que viven bajo un sistema presidencial (aunque, claro está, no saben qué es un sistema presidencial). Cómo no entienden conceptos básicos del sistema político, entre otras cosas porque nadie jamás se tomó la molestia en enseñarselo (es más fácil manipular a un pueblo poco ilustrado, como es bien sabido) braman por las esquinas, en especial los más conservadores, con esa frasecita machacona que se va a convertir en un efectivo eslogan de aquí a finales de año.

Es cierto que la prensa más adicta al sistema ya jalea esa consigna con el avieso objetivo de lograr que su partido encabece, aunque sea en minoría, un gobierno que sería enormemente débil, tanto que posiblemente no durase más allá del verano. Lo importante es salvar los muebles, después ya hablaremos de la mudanza.

También es posible que la intención sea la de presionar al que quede en segundo o tercer lugar para forzarle a un pacto con el bipartito gobernante que garantice 4 años más de políticas de ajuste aunque sean dulcificadas por medidas socialdemócratas, aseando de paso el rostro moribundo de nuestro anquilosado régimen de poder.

  El problema es que el “rollo” de la lista más votada es una gran mentira, un mito más de nuestra construcción oligárquica del estado, como ha quedado demostrado.  Por otro lado no deberíamos permitir que ningún partido se atreviese, de cara al futuro, a convertir el sistema parlamentario en un falso sistema presidencialista a doble vuelta, como comienza a escucharse por algunos rincones del poder. Sería aberrante votar listas (abiertas o cerradas, igual da) a doble vuelta, un  verdadero despropósito. Y tampoco que nadie se atreviese a plantear falsear el resultado otorgando un “plus” de diputados al primer partido, tal y como sucede ya en Grecia y pretenden en Italia, con el objetivo de garantizar la maldita “estabilidad”. Aunque mucho me temo que esté ya pactado desde las élites de los dos grandes partidos.

Pero si lo que queremos es la elección directa del presidente a doble vuelta (dónde evidentemente todos los votos valen igual, no como ahora) precisamente esta debería ser directa, como su propio nombre indica. Entonces sería pertinente votar por separado a nuestros representantes que, en ningún caso serían los que eligieran al jefe del gobierno. En este caso, conseguiríamos también que los representantes lo fueran genuínamente, es decir, que representaran a los que les han votado y no fueran “elegidos” digitalmente dentro de las famosas “listas” gracias a un padrino poderoso (al jefe de su partido, mayormente). Se acabaría así, de paso, con el típico diputado “pelota” y aprietabotones que “no se mueve para salir en la foto”, recordando aquella amenaza de un jefe de postín de uno de los partidos del sistema.

¿Cuál es el problema?. Pues que en un sistema así, en el que se vota directamente al presidente, el sistema parlamentario tal y como lo conocemos carece de sentido y los que piden que gobierne la lista más votada, es decir, el candidato más votado, no quieren renunciar a la monarquía (parlamentaria).  Pero no desesperemos. España es capaz de alumbrar grandes avances para la ciencia política, más si tenemos en cuenta que algunos politólogos pueden ocupar algunas cuotas de poder después de las elecciones. Podríamos cuadrar el círculo de nuevo y poner en marcha eso que las mentes más preclaras del país ya no se recatan en denominar “segunda transición”, para que sepamos que el régimen “no se toca”.  Podemos, como digo, encontrarnos con una monarquía presidencialista y federal, algo mucho más difícil de entender si cabe para muchos millones de españolitos. Un sindiós propio de un país de necios.

 

 

6 comentarios sobre “El mito de la lista más votada

  1. Para simplificar el sistema deberían de gobernar directamente los consejos de administración de las empresas del IBEX-35, familiares y allegados con una representación proporcional a su capitalización bursatil. Así nos ahorramos todo este sistema político y el resultado sería prácticamente igual.

    Un saludo

  2. Con el resultado obtenido en las elecciones generales del año 2015, en España, ningún partido político tiene mayoría absoluta. El psoe nunca va a apoyar al pp, a no ser que quiera suicidarse políticamente.
    La suma de pp y ciudadanos no es suficiente para la mayoría absoluta. Y las combinaciones del psoe, con podemos, con diferentes partidos políticos, eso es un lío impresionante. No es un tripartito, es un pentapartito.
    Si hubieran aprobado en su momento los cambios de la ley electoral, la lista más votada, y cambios para que el sistema fuera más justo, esto no pasaría. Porque nunca les ha interesado cambiar nada. Estaban en su época dorada, el pp, psoe, y todo les iba viento en popa, conseguían la mayoría absoluta. Ahora, todo ha cambiado.

  3. Pero es que es “lío” del que usted habla es la representación de la sociedad española actual. Hace 20 años la sociedad estaba menos fragmentada y votaba más a dos partidos, ahora ese régimen ha terminado y hay más partidos. No digo si será mejor o peor, pero evidentemente es lo que hay. En todo caso deberíamos ir a un gobierno ejecutivo elegido por el pueblo directamente y, por otro lado, a una cámara de representantes más proporcional. El lío estaría en la aprobación de las leyes que habría que negociar entre varios pero el presidente sería inamovible. Se llama separación de poderes y creo que sería muy conveniente. Es una opción que pocos barajan porque nadie quiere hablar de presidencialismo ya que equivaldría a dejar la monarquía sin sentido ninguno.

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