Italia contra su ley electoral: ¿El fin del porcellum?

Italia contra su ley electoral: ¿El fin del porcellum?
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La Corte Constitucional Italiana ha declarado oficialmente que su sistema electoral vigente, conocido como porcellum (o Ley Calderoli), va contra de las previsiones de la Carta Magna. Más en particular, tanto el bonus del 50% de escaños como haber abolido el voto preferencial no se ajustan al derecho. Las reacciones no se han hecho esperar. El Movimiento 5 Stelle ya ha declarado que la actual Cámara es ilegítima, el presidente Napolitano que la reforma electoral es inaplazable y el gobierno de Letta se apresta a ello –ha llamado al porcellum “el mal absoluto”. Eso sí, antes tendrá que apuntalar su nueva mayoría tras la escisión de Alfano y cia. en el centro-derecha y la salida de escena, ahora parece que definitiva, de Berlusconi. Las aguas de la política italiana siempre bajan turbulentas y parece que esta sentencia dará el empujón definitivo a la tercera gran reforma electoral desde los años noventa. Intentaré daros algunas claves sobre el tema, aunque siendo Italia, no prometo lograr explicarme con suficiente claridad.

Las reformas electorales en Italia

Entre 1948 y 1992 Italia tuvo en esencia el mismo sistema electoral. El Congreso de los Diputados se escogía mediante un sistema proporcional – aplicando cuota Imperiali – con 31 distritos plurinominales (se escoge más de un diputado) y distribución de cocientes no usados a nivel nacional. El orden de elección de los candidatos dependía de las preferencias marcadas en un sistema de listas abiertas. El Senado se escogía con tres cuartas partes de los escaños en distritos uninominales asignados automáticamente si un candidato obtenía el 65% de los votos. El cuarto de escaños restante era escogido de manera proporcional en cada región si bien dependía de los que cumplieran ese requisito. Dado lo complicado que era, lo normal era una distribución proporcional de casi todos los senadores. El resultado de esta ley electoral fueron cámaras muy fragmentadas y gabinetes de vida muy corta. Son los tiempos de la Primera República, la del pentapartitoy el predominio de la Democracia Cristiana.

A principios de los noventa el sistema de partidos italianos empieza a disolverse como un azucarillo. Justo entonces, referéndum derogatorio mediante, los italianos se lanzan a la reforma electoral. Tras los debates internos presidido por el presidente de la cámara – Giorgio Napolitano, ejem – se aprueba un nuevo sistema para 1993. En esencia es una modalidad de sistema mixto. En ambas cámaras ¾ de los diputados se elegirán en distritos uninominales y los restantes en sistema proporcional en función de cual haya sido el resultado a nivel de los distritos. La región era el distrito principal con compensación de escaños para el Senado aunque para el Congreso es el nivel nacional. Además, mientras que para el Congreso se tenía dos votos (como en Alemania, vamos), el Senado tenía exclusivamente uno. La idea de esta reforma era intentar reducir la fragmentación partidista con el sistema mayoritario aunque dejando un premio de consolación a los pequeños partidos.

Hubo algunos intentos posteriores de modificar el sistema electoral tras diversos casos de manipulación de la proporcionalidad. Tanto en 1999 como en 2000 se propuso en referéndum la abolición del scorporo, el cuarto de escaños proporcionales. Sin embargo, no se cumplieron los requisitos de participación. Los italianos habían logrado recomponer su sistema de partidos con el auge de coaliciones a derecha y a izquierda, pero la inestabilidad crónica de la gobernabilidad italiana distaba mucho de haberse remediado. El descontento de los italianos con sus ancianos políticos y sus disputas intestinas era evidente. Eso sí, no todo había quedado atado sobre la ley electoral. Berlusconi aún tenía que decir su última palabra.

El porcellum

La Casa de la Libertad, la coalición de Berlusconi, no había tenido muy buenos resultados en las elecciones regionales de 2005. De hecho, todo apuntaba a que en las elecciones legislativas de 2006 las izquierdas podrían asegurarse la mayoría. Aprovechando su posición de fuerza, el gobierno de Il Cavaliere decidió una reforma electoral para su propia ventaja. Dando un auténtico giro copernicano, introdujo un sistema electoral que no admite comparación en Europa.

El sistema electoral italiano (que está en vigor) se basó en recuperar un sistema proporcional para Congreso y Senado. Se estableció un sistema de listas electorales cerradas y bloqueadas (bienvenidos al club) asignando los escaños con un sistema proporcional a nivel nacional – 36 distritos con sistemas de compensación estatal – y unas barreras electorales variables según si es coalición o partidos. Sin embargo, lo verdaderamente innovador es que el sistema electoral provee bonos de mayoría. En el Congreso, el partido que obtiene la mayoría simple a nivel nacional recibe automáticamente la mayoría absoluta de la cámara, repartiéndose el resto de los escaños proporcionalmente entre los demás partidos. En el Senado, el partido que obtiene la mayoría en la región (18 elegibles) recibe automáticamente la mayoría absoluta de los senadores por la misma. Si uno es jugador, y Berlusconi lo es, esto es lo que se llama jugársela todo a un solo voto. Esa apuesta se llamó porcellum.

Sin embargo, los resultados electorales terminaron siendo decepcionantes para el promotor de la reforma. Aunque con una diferencia de 0.07%, la coalición de Romano Prodi ganó en el Congreso y obtuvo de manera inmediata el bono de mayoría absoluta, los 340 diputados. Sin embargo, en el Senado el resultado fue más ajustado, aunque la izquierda también obtuvo un margen de 2 senadores. No hay duda de que el tiro le salió por la culata al promotor. De todas maneras, tampoco importó demasiado. Las propias divisiones de la izquierda, que llevaron a perder la mayoría de Prodi en el Senado, precipitarían las elecciones de 2008 y el regreso triunfal de Berlusconi. Hasta la entronización de Mario Monti. Hasta el terremoto de 2013. Hasta que ayer se pronunció la Corte Suprema de Justicia.

¿Y ahora qué?

Pues puede pasar de todo. Casi todos los partidos están en contra de la ley electoral pero hay propuestas para todos los gustos, encaminadas a buscar un modelo que reduzca la fragmentación y hagan más estables a sus gobiernos. De momento, las propuestas que son más populares son dos. La primera, ir hacia un sistema de distritos uninominales a dos vueltas, como en Francia. Esta idea ha sido respaldada por diferentes politólogos con la esperanza de generar incentivos para las coaliciones – aunque esto, en todo caso, solo quedaría para la segunda vuelta. La segunda propuesta es recurrir a un sistema proporcional con listas desbloqueadas – similar al que ya tenían – pero con magnitudes de distritos pequeñas, entre los 5 y 10 escaños. Es decir, un modelo que reduzca la proporcionalidad y genere incentivos a menor fragmentación. A mi juicio esta última opción sería la más eficaz.

Pero también cabe la posibilidad de que estos debates no fructifiquen, limitándose a suprimir el porcellum y dejar el sistema electoral tal como está. Eso sí, tendrían que abrir las listas de algún tipo de manera, pero existen fórmulas para que sus efectos sobre la representación sustantiva sea escasa. Más aún, podrían retomar el sistema electoral que estaba en vigor desde 1993, el mixto, o el anterior, el que tenían durante la Primera República. Todo va a depender si lo que quieren es seguir probando o volver a viejos conocidos. Así que todos los escenarios quedan abiertos. Su política siempre ha sido poco proclive a otra cosa.

Un último apunte. No es tan extraño que un Tribunal Constitucional interfiera en el sistema electoral de un país. Ocurrió en Hungría, cuando intentaron modificar el sistema mixto por uno mayoritario. En Alemania es bastante conocida su actuación en el tema de los escaños excedentes. Hasta en Eslovenia han recibido un mandato similar de reforma el cual sus políticos hasta la fecha han ignorado convenientemente. Lo realmente excepcional es el caso de Italia, un país que demuestra que su clase política está más allá del control de cualquier ingeniería institucional. Van a ser semanas interesantes en Italia… vamos, como de costumbre.

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