Cuando el pueblo te mire a los ojos

ojos

 

Últimamente, reflexionando (mal asunto en estos tiempos) surcó por mi despistada mente el concepto de reencarnación y navegando por las “wikis” y las “pedias” varias me encuentro:

“Dependiendo de las acciones buenas o malas, el alma se reencarna en una existencia superior, intermedia o inferior. Esto incluye desde estados de existencia celestiales a infernales, siendo la vida humana un estado intermedio. Este incesante proceso recibe el nombre de samsara (‘vagabundeo’). Éste término proviene del  verbo sánscrito samsrí: ‘fluir junto’, ‘deambular’. Las religiones orientales se refieren a ese deambular (entretenimiento, codicia, acumulación de bienes, «matar el tiempo»…) como una vida sin propósito ni sentido.”

Esto me obliga a varias reflexiones, dando por real la existencia de la reencarnación (necesario para continuar el ejercicio):

– Una de ellas me hace entender cómo es posible que en este mundo en el que nos movemos deambula tanto inútil que matando el tiempo se dedican a acumular bienes mientras discurren en una vida sin sentido.

– Otra me alivia creer que dentro de nuestra castuza política algunos disfrutarán de un infierno bien ganado tras esta última brillante vida que nos están dando.

– Tercera. Debí ser muy malo en otra, otras vidas, para que haya terminado en este terruño aguantando jefes ineptos que te congelan por cuarto año consecutivo tu sueldo (y gracias) mientras ayer mismo su nuevo Cayenne le trajo a su puesto de trabajo-recreo.

Debí esclavizar a mis siervos mientras yo vivía una opípara vida.

No debía creer en democracias, ni en justicias y del pueblo sólo debía pensar que existía para ser sumiso y pagar impuestos.

En definitiva, me lo merezco, todos nos lo merecemos porque fuimos malos, muy malos, entonces, y ahora nos toca sufrir aquello que dimos.

Os perdono castuza.

Pero…

Quizás, envalentándome veo una línea en el horizonte que el poderoso nunca debe permitir que el pueblo rebase, esa línea la marcan tus ojos.  Sí, los tuyos, humilde ciudadano. Ante el siervo arrodillado, sentado, tumbado o  con la cabeza encorvada, el amo se siente poderoso, controlador, capaz de gestionar el miedo al señor feudal, dueño de las armas y el hambre.

Inútil resulta la desazón ante la injusticia del amo cuando tenemos la posibilidad de mirarle a los ojos y bajo un perezoso miedo nos agachamos.

¿Pero a quién debemos enfrentarnos, erramos el blanco?  ¿Es al gerente que te da o te quita según sean de opulentas sus próximas vacaciones? No, es al político, el que se dice refrendado por las urnas, el que habla en nombre del pueblo. Es a él, y no a otro ante el cuál hay que erguirse y mirarle a los ojos para comprobar que no son más que nadie, que su poder se desvanece si le mantienes la mirada porque entonces se dará cuenta que es él quien te sirve, que su futuro en lo público depende de ti, que su sueldo y prebendas, tú se las paga, y que el amo del grifo eres tú, que solo tienes que girarlo para que se mueran de hambre y comprueben en sus carnes que este es su particular infierno.

infiernodante

3 comentarios sobre “Cuando el pueblo te mire a los ojos

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